Sabemos que al creer en Jesús como salvador tenemos nueva vida, pero, ¿Qué pasa si aún no tenemos sanidad? ¿Acaso no soy salvo? ¿No debiese haber quedado todo lo viejo atrás?
Tenemos que ser conscientes de un aspecto teológico muy importante, conocido como el “ya, pero todavía no“. Si quieres conocer de qué se trata eso, te invito a leer este artículo que lo explica.
En palabras sencillas, y muy resumido: Vivimos en una tensión. Jesús vino e irrumpió con el Reino de Dios en la era presente, venciendo a Satanás y a la muerte en la Cruz, pero no obstante aún cuando Jesús pudo decir “consumado es”, no será hasta su segunda venida cuando se tome por completo el dominio de su Reino.
El Apóstol Pablo nos dice en Romanos 7 que hemos muerto y resucitado juntamente con Cristo, y que ya no somos esclavos del pecado… pero justo después de eso nos habla de su lucha personal con el pecado, y que aún cuando quiere hacer lo bueno, hace lo malo.
Esa tensión que vemos en la Escritura hace que, aún cuando nacimos de nuevo, del Espíritu Santo (Juan 3), todavía tengamos luchas con nuestra carne, y aún traigamos cosas del pasado sin resolver.
Dios perfectamente nos pudo sanar de cualquier cosa de manera instantánea al momento de nuestra salvación, o en cualquier momento que Él quiera, pero muchas veces también nuestra sanidad interior es un proceso. Y así es como Dios nos va perfeccionando hasta el día de Jesucristo (Filipenses 1:6).
¿Cómo vivimos el proceso de sanidad entonces?
La respuesta parecerá simplista, pero no es otra que: Dependiendo cada día de la obra que hace Dios en nosotros, por medio de su Espíritu Santo que está siempre en nosotros.
Algo que olvidamos muchas veces en nuestra rutina, es que dependemos completamente de nuestra relación diaria con Dios. Ya nos lo dijo Cristo en Juan 15:
Ciertamente, yo soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada.
Juan 15:5 NTV
Separados de Cristo no podemos hacer nada. Cristo es quien hizo la obra de salvación y de sanidad en nosotros, una vez y para siempre, pero nosotros debemos permanecer a diario en Él.
Cuando Jesús iba a partir hacia el Padre, le dijo a sus discípulos que no estén tristes, que es conveniente que Él se fuera, porque sino no vendría el consolador. El ayudador, nuestro abogado, nuestro intercesor ante el Padre. Cristo nos abrió la puerta a tener una relación personal con el Padre, por medio del Espíritu Santo.
Hace poco escribí un testimonio de como Dios había obrado en un tema profundo en mi vida, un pecado recurrente contra el cual he luchado por años… pero en mis propias fuerzas. Descubrir cómo Dios puede y quiere hablarte para que veas lo que está mal en ti, para que se lo entregues y sea Él quien te ayude a sanarlo, es maravilloso.
Debes saber o recordar que somos totalmente dependientes de Dios. No podemos por nuestros propios medios o nuestras propias fuerzas.
Luego de esa situación que comenté en ese artículo, y guiado por mi pastor, volví a ir a Dios en oración constante, para que me muestre más y más sobre ese tema, desde cuándo y por qué vino a mi vida… Finalmente Dios, al revelarme todo eso, me dio la convicción y fuerza de que Cristo también limpió eso, y me ha hecho libre de la esclavitud del pecado.
Quizás me digas “pero si eso todos lo saben”. Pues una cosa es tener la teología, la teoría de que Cristo lavó todo eso, otra cosa es realmente poder ser libre de verdad de ello. Una cosa es saber que podemos tener una relación intima con Dios, gracias a Jesús, ¡Otra cosa es tener esa relación íntima con Dios!
Quizás te sientas defraudado o defraudada por la respuesta que te he dado. Quizás esperabas una serie de pasos para poder sanarte, o quizás esperabas una llave fácil y rápida para salir de lo que te afecta. Pero créeme, esta es la llave perfecta y única que te puede ayudar: Recordar que debemos tener una relación personal, íntima y diaria con Dios.
Debes permitir que sea Dios quien te ayude a perdonar, si necesitas hacerlo. Que sea Dios quien te ayude a ver el pecado que aún no has visto en ti, arrepentirte y pedir perdón. Que sea Dios quien te lleve de su mano en ese proceso de sanidad y entonces solo puedas darle las gracias y la gloria a Él.
Jesús envió el Espíritu Santo y te selló con Él, como hijo de Dios, y te ayuda a crecer cada día por medio de ese Espíritu… Conócelo, pasa tiempo con Él, déjate guiar por Él. Permite que te ame y te enseñe las cosas que Jesús nos enseñó, y no lo apagues, no lo contristes, no lo entristezcas. Deja que el Espíritu Santo te guíe en este proceso de sanidad de comienzo a fin.
Busca el Espíritu Santo a diario y verás que no podrás sentir más que gozo y paz.