¿Estás viviendo el evangelio?

No se trata de ser simplista, pero si quisiéramos resumir ¿cómo se vive el evangelio? Podríamos limitarnos a la respuesta que hace Jesús en Mateo 22:36-40:

—Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante en la ley de Moisés?

Jesús contestó: —”Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primer mandamiento y el más importante. Hay un segundo mandamiento que es igualmente importante: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Toda la ley y las exigencias de los profetas se basan en estos dos mandamientos.

En otras palabras, se cumple toda la ley con amar a Dios con todo nuestro ser, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Por supuesto que llevar eso a la práctica es mucho más difícil que memorizar esos versículos.

Un tremendo testimonio

Partiendo de esa base, quisiera contar una historia real, que nos ocurrió la semana pasada con mis pequeños hijos.

Como padre he querido transmitirle valores cristianos a mis hijos, no solo como teoría, sino también como práctica y ejemplo.

En ese contexto, la semana pasada los llevé a un parque en Santiago de Chile, y les pedí que miraran a la gente que ahí estaba, y que pensaran y meditaran sobre a quién de ellos creen que Dios quisiera mostrarle amor, y que nos acerquemos a orar por ellos, por salud o por cualquier necesidad que pudieran tener.

Mis hijos miraron, un tanto avergonzados, y apuntaron a una mujer anciana que estaba sola, en silla de ruedas. Me acerqué entonces hacia ella. Entablé una sencilla conversación y le ofrecí orar por ella, por su salud y por lo que necesitara. Ella aceptó y quedó muy sorprendida y agradecida. En tanto, mis hijos en una banquita cercana, sonrieron contentos por el hecho.

Luego de eso, nos fue imposible no ver a un hombre, que vive en la calle, que se estaba bañando en la fuente, al medio de la plaza. Con jabón y shampoo, pero en medio de todos, solo con un short, sin importar lo que dijeran o pensaran los demás.

Les volví a preguntar a mis hijos, que me dijeran a quién pensaban que Dios quisiera ayudar y amar en ese momento. Y mi hijo me dijo: Dale dinero a ese hombre… Esperé que saliera de “su ducha”, y entonces me acerqué, mientras mis hijos esperando expectantes.

¿Qué ocurrió?

Me acerqué al hombre, le ofrecí orar por él, y accedió muy contento, diciéndome que para él Dios es muy importante, y es quien le ha dado fortaleza y gozo en toda su aflicción. Conversando con él me di cuenta que conocía muchísimo de la Escritura, y conocía a Dios (¡Que no es lo mismo!) .

Conversamos, sin exagerar, unos 20 minutos, mis hijos escuchando desde muy cerca. Le di una ofrenda, a lo que agradeció, pero sobre todo agradeció a Dios, y terminamos con un gran abrazo.

Luego se acercó a mis hijos, ¡Y les predicó el evangelio! Les dijo que tenían un “buen papá”, que ayudaba a los demás, pero que tenían aún un mejor papá, a Jesús. Que en Él debían confiar y acudir siempre.

Tras ese “encuentro divino”, solo puedo decir: ¡Dios es maravilloso! Fue un tremendo testimonio para mis hijos, y creo que pudieron ver por sí mismos el amor de Dios.

Vivir el evangelio no es más que amar a Dios y amar al prójimo, pero de verdad, con compasión, con buena voluntad, no por obligación ni por reglas. Simplemente porque hemos sido amados por Dios y ese amor traspasa nuestros límites.

Si has vivido alguna situación similar, o quisieras dar una opinión, escribe en los comentarios abajo 🙂