En Romanos 8:28-30 tenemos una gran promesa, que todas las cosas nos ayudan a bien, ¿Para quién es esa promesa? ¿Qué significa ese pasaje? ¿Realmente todo nos ayuda a bien?
El pasaje en Romanos 8:28-30 hace muchos años me marcó profundamente y aún hoy sigo sintiéndolo tan fresco como aquella vez. Es un pasaje que vuelvo a leer y el Espíritu Santo vuelve a trabajar en mi corazón por medio de él (énfasis añadidos por mi).
28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
Romanos 8:28-30
¿Para quién es la promesa?
Lo primero que tenemos que notar, es que la promesa no es para todo el mundo, ni siquiera es para los que solo asisten regularmente a la iglesia, la promesa es para los salvos en Cristo, los hijos de Dios, para “los que aman a Dios“.
También es importante notar que cualquiera puede decir que ama a Dios, incluso nosotros mismos podemos estar auto engañados. Tenemos el ejemplo que nos dice Jesús en Mateo 7:22-23
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.
Entonces ¿Quienes son los que verdaderamente aman a Dios? El Pasaje lo explica: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados“.
Dios está diciendo explícitamente que ésta promesa es para los que Él escogió. A continuación nos muestra la cadena de acciones que Dios toma en cuanto a la salvación y por medio de la cual somos parte de ese grupo: Conoció, Predestinó, Llamó, Justificó, Glorificó.
Esa “cadena de acciones” (aunque sean simultáneas o progresivas, tema aparte), trata sobre la soberanía de Dios en la salvación. Todo comienza con Dios y concluye con Dios. Dios toma la iniciativa y la concluye glorificándonos, hasta el día de Jesucristo. Es trascendental comprender que la salvación es por gracia, y no por obras.
No obstante no es el tema central del pasaje. El apóstol Pablo da por sentado ese tema y solo lo está mencionando para especificar a quiénes les es dada esa promesa y la respuesta es: A los cristianos.
¿Realmente todo nos ayuda a bien? ¿Cuál es ese bien?
Ahora que sabemos que es una promesa a los cristianos que todas las cosas nos ayudan a bien, podríamos preguntarnos ¿Entonces por qué no nos va bien? ¿Por qué tenemos problemas en el trabajo, en el matrimonio, con los vecinos, problemas de salud, etc?
El problema que tenemos es que no estamos mirando el propósito de la promesa. Se explica realmente en los versículos 28 y 29, y es que a los cristianos todas las cosas les ayudan a bien. Pero no para que nos vaya bien en el trabajo o tengamos buena salud, o tenga una vida simple. Bien pudiera Dios permitirnos todo eso, pero aún si así no fuera, Él sigue siendo fiel a su promesa.
La promesa es que todas las cosas que nos ocurren, ya sean buenas o malas (podríamos decir que en especial las malas) nos ayudan a que seamos más como Cristo (versículo 29).
Nuestras luchas, dificultades, tribulaciones, nos van formando el carácter. Ayudan a que dejemos el orgullo, a que dejemos de confiar en nosotros mismos y confiemos más en Dios. Nos ayudan a que amemos más al prójimo que a nosotros mismos, a que pensemos más en las cosas de Dios que en las de la tierra, entre un sinnúmero de ejemplos más.
¿Cuál es el propósito final?: La gloria de Dios en su Hijo Jesús
Dios, desde el comienzo de la creación, con Adan y Eva, quiso tener un pueblo para si, sobre quien reinar eternamente. Sabemos que el pecado nos alejó de Dios, pero luego Dios ha seguido obrando por medio de su pueblo escogido, Israel, y ahora por medio de la Iglesia, en Cristo.
El propósito final es que todos los que mueren en Cristo, es decir, confiando en Su nombre, como Dios y salvador nuestro, formaremos (y formamos ya) parte de su pueblo escogido, y finalmente reinará sobre nosotros eternamente.
Dios nos ama y quiere lo mejor para nosotros, pero lo mejor para nosotros no es lo terrenal, sino lo espiritual. Lo mejor para nosotros es que seamos más como Cristo y así seamos parte del pueblo de Dios, glorificado, para honrarle y darle gloria eternamente.
Teniendo eso en mente, podemos ver nuestras leves y temporales circunstancias, como lo que realmente son: pasajeras. Pero con un propósito. Oremos a Dios cuando nos encontremos en dificultades, para que nos ayude a entender su propósito y le demos la gloria a Jesús, como primogénito (principal) entre muchos hermanos.
Santiago 1:2-4
2 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. 4 Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.