He estado leyendo un libro muy interesante de Tony Evans llamado “Un hombre del Reino”, el cual habla sobre la hombría Cristiana, y cómo debemos tomar el rol que nos ha sido dado por Dios.
En una de sus páginas leí:
“Muchos hombre transitan penosamente por la vida […] Todas las mañanas se levantan para tomar el mismo desayuno, van al mismo trabajo, se toman el mismo tiempo de almuerzo, vuelven manejando a casa para ver los mismos programas de televisión y luego se acuestan en la misma cama, solo para despertarse al día siguiente y volver a hacer lo mismo, sin ninguna pasión, entusiasmo o propósito por ver el avance del Reino de Dios“.
Esa frase me removió el piso. ¿Te puedes sentir identificado con eso?
Muchas personas, y yo mismo muchas veces, nos vemos envuelto en la rutina, el trabajo, los quehaceres del hogar, para terminar el día rápidamente, y así comenzar el día siguiente en la misma tónica. Lo que olvidamos como cristianos en general, y como hombres en particular, es que fuimos llamados a algo mucho más importante y con consecuencias eternas: Expandir el Reino de Dios.
Vivir el Reino de Dios y expandirlo puede parecer como algo abstracto, algo demasiado general, que finalmente no se puede llevar a la práctica.
Lo cierto es que vivir el Reino y expandirlo pueden ser cosas mucho más sencillas de lo que piensas. Lo fundamental es amar a Dios y amar a los demás. Lo comenté en un artículo anterior ¡El amor es la meta más alta!. Y el amor se traduce en preocuparse por los demás, ayudar en maneras concretas.
Solo algunos ejemplos muy mínimos y sencillos que en el momento indicado pueden marcar una gran diferencia en las personas:
- Orar por los demás
- Ofrendar a los necesitados
- Ofrecerse para llevarlos y traerlos a alguna parte en tu auto
- Llamar por teléfono periódicamente a tus contactos para saber de ellos
- Invítalos a tomar once, y compárteles la Palabra de Dios
El objetivo principal es que ellos puedan saberse amados, y que eso es fruto de tu amor por Dios primeramente, y tu amor por ellos. El objetivo secundario (aunque importantísimo), es que al sentirse amados sean atraídos al amor de Dios, y quieran reconciliarse con Él.
Expandir el Reino no es ir condenando a medio mundo por su pecado. Esa labor es del Espíritu Santo, quien los convence de pecado. La labor nuestra es predicar “la buena” noticia del evangelio. Que Jesús murió para perdonarlos, para pagar su deuda. Que tiene gracia y misericordia por ellos… ¡Gracia inmerecida!
No pierdas tu vida en la interminable rutina. Permítete ser parte del obrar de Dios, alcanzando a los perdidos con la gracia y el amor de Dios.
¿Qué otras maneras se te ocurre para compartir el amor de Dios en medio de tu rutina?