El Poder del Espíritu

Hace un tiempo que Dios me ha estado enseñando sobre la importancia que tiene el Espíritu Santo en nuestra vida como cristianos. Me gustaría compartir algo de eso contigo en este artículo.

Parto de la base que eres cristiano o cristiana, lo que significa que has reconocido tu condición de necesidad de un salvador para poder reconciliarte con Dios Padre. Además, sabes que tus buenas obras no te hacen alguien bueno delante de Dios, sino que solo la muerte y resurrección de Cristo en la Cruz es lo que puede justificarte. Si no lo eres o no estás seguro, te recomiendo primero leer Por qué necesitamos reconciliarnos con Dios,  ¿Qué significa gracia y misericordia? y Ten piedad de mi.

El Espíritu Santo es la tercera persona de Dios

Puede que esta afirmación la encuentres demasiado obvia, pero no está demás mencionarlo. Hay algunas religiones o personas que creen que el Espíritu Santo no es más que una fuerza o energía. Que es como Dios Padre creó el universo, pero que no es Dios en si mismo.

Lo cierto es que la Biblia nos enseña que el Espíritu Santo es una persona de Dios, tal cual lo es el Padre y tal cual lo es el Hijo. Es parte de lo que conocemos como «La Trinidad«.

De alguna manera que no podemos comprender del todo en nuestras mentes finitas, Dios nos enseña en su Palabra que no hay más de un solo Dios, pero que Dios es en tres personas.

El Espíritu Santo es Dios, pero no es el Padre ni el Hijo. Jesús es Dios, pero no es el Padre ni el Espíritu Santo. Son tres «personas» de Dios, obrando en conjunto, incluso interactuando entre ellos pero sin que por eso sean tres dioses, sino un único y solo Dios verdadero.

El Espíritu Santo tiene cualidades de Dios, como persona:

  • Es eterno (Hebreos 9:14).
  • Es omnipresente (Salmo 139:7).
  • Tiene voluntad propia (1 Corintios 12:11).
  • Puede ser contristado o entristecido (Efesios 4:30).
  • Se le puede mentir (Hechos 5:3).
  • Puede ser blasfemado (Mateo 12:31).
  • Entre otros.

Por lo tanto no es una fuerza o energia, sino Dios mismo.

El Espíritu Santo «empoderó» a Cristo en su misión

Jesús vino al mundo a cumplir un propósito, una misión, vino a rescatar de la muerte a los que el Padre le diera, que no perdiera a ninguno. Vino a vivir una vida recta, justa, sin pecado, para luego pagar por los pecados de quienes creen en su nombre, en la muerte en la cruz (la muerte más humillante de esos tiempos). Murió, para recibir la ira del Padre por los pecados, pero luego resucitó al tercer día venciendo a la muerte y cumpliendo así lo que se había dicho de él en Génesis 3:15:

Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.

Todo eso lo hizo Jesús en «el poder del Espíritu». Cuando fue bautizado en el Jordán, y Dios Padre dijo que él es su Hijo Amado, en quien se complace, descendió del cielo en forma «como de paloma» el Santo Espíritu, y desde entonces Jesús cumplió su misión. En su poder es que Jesús hizo la señales y milagros. Es el Espíritu Santo quien llevo a Jesús al desierto y quien lo ayudó a vencer la tentación de Satanás. Es el Espíritu Santo quien levantó a Cristo de la muerte y lo llevó a la diestra del Padre:

Efesios 1:19-21
y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero.

El Espíritu Santo nos «empodera» a nosotros para cumplir nuestra misión

Así como el Espíritu Santo ayudó a Cristo a cumplir su misión, también lo hace con nosotros, los cristianos, a cumplir la nuestra. 

Cuando Jesús iba a morir en la cruz, habló con sus discipulos y les dijo que él debía partir, y les prepararía morada en el cielo. Les dijo que era NECESARIO que él se fuera porque en su lugar vendría el «Consolador«, vendría un ayudador para nosotros. Si Cristo no se fuera entonces él no podría venir (Juan 14:15-26). 

Luego, Jesús le dice a sus discípulos que tendrán luchas, que el mundo los aborrecerá. No tendrán un tiempo fácil de llevar, PERO, que les conviene que Él se vaya, porque vendrá el Consolador, el Espíritu de verdad, quien les enseñará todas las cosas y glorificará a Cristo (Juan 16:5-15).

Luego de su muerte y resurrección, Cristo les volvió a aparecer a sus discipulos y hay algo muy interesante que les dijo casi al final, antes de partir definitivamente:

Hechos 1:6-9
Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.

Lo último que nos pidió Jesús es que debemos predicar el evangelio, hacer discipulos en todo lugar, de toda nación, pueblo o lengua, pero eso no sería posible si antes no descendía el Espíritu Santo a ayudarnos, y eso es lo que les dijo claramente en Hechos 1. «Recibiréis poder» y entonces, en consecuencia de eso, «me seréis testigos».

Cuando el Espíritu Santo nos convence de pecado, nos abre los ojos para que podamos ver con claridad nuestra condición delante de Dios y el precioso mensaje del evangelio: La obra redentora de Cristo en la Cruz. Entonces nos lleva a los pies de Cristo, nos hace humillarnos y reconocerle como Señor y Salvador, y darle toda la gloria. En ese momento tenemos nueva vida, las cosas viejas pasan y todas son hechas nuevas (2 corintios 5:17), y el Espíritu Santo viene a morar en nosotros.

Ahora no es nuestra propia conciencia la que nos muestra lo que es moralmente correcto o incorrecto, ya que nuestra conciencia puede ser cauterizada por el pecado, pero en cambio tenemos al Espíritu de Dios en nosotros, a Dios mismo viviendo dentro nuestro, guiándonos y mostrandonos todo lo que debemos hacer. Dios nos pone tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad, para cumplir la misión que nos ha dado, que es la «Gran Comisión» de ir por el mundo predicando el evangelio, haciendo discipulos y enseñando todas las cosas que aprendimos de Cristo.

El Plan redentor perfecto

Hay un plan perfecto ideado por Dios y ejecutado por las tres personas antes mencionada: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

  1. Dios Padre nos ha escogido desde antes de la fundación del mundo, para rescatarnos, para ser parte de su pueblo, para alabanza de Cristo.
  2. Dios Hijo se hizo hombre, vino al mundo a morir por los pecados, para salvar a los que Dios Padre le diera, a los que vinieran a Él en arrepentimiento y fe. Vivió una vida perfecta y murió como pecador, «maldito» por el Padre, para pagar la deuda. Entonces resucitó por el poder del Espíritu venciendo a la muerte.
  3. Dios Espíritu Santo es quien toca los corazones de los escogidos, para que vean su pecado y vayan a Cristo, para que sean receptivos al escuchar el Evangelio. Luego, el mismo Espíritu viene a morar, a vivir, dentro de los cristianos, como sello o garantía de sus promesas (Efesios 1:13-14), y para ayudarlos a cumplir la misión.
  4. Los Cristianos ahora tienen la misión de ir compartiendo las buenas noticias de salvación, ayudados y guiados por el Espíritu Santo para evangelizar «con poder» y no de manera humana o persuasiva, tocando sus corazones para que continúe el ciclo.
  5. Finalmente, cuando todos los cristianos sean alcanzados y se complete el número de los que habían de ser salvos, entonces Cristo vendrá en su segunda venida a destruir a satanás y a la muerte. Juzgará y condenará al mundo, a los que no se arrepintieron de sus pecados confiando en Cristo como salvador. Se crearán nuevos cielos y nueva tierra y viviremos para siempre con Dios, como debió ser desde el comienzo antes del pecado de Adán. La gloria y alabanza será eternamente para Dios.

El Espíritu Santo nos lleva a Cristo, Cristo obedece y honra al Padre, y el Padre le da la gloria al Hijo, el Cordero.

Conclusión

Se que se han dicho muchas cosas, y quizás cueste asimilarlo o retenerlo, pero si hay algo que me gustaría que tuvieras claro, y te ruego que lo medites y que ores es:

En este momento Dios está obrando y trabajando en el mundo por medio de su Iglesia, por medio de los cristianos. Pero la Iglesia solamente puede hacer la obra gracias al poder del Espíritu Santo obrando en cada cristiano, de otro modo nada podría hacer.

Intenta ser consciente del Espíritu de Dios que mora en ti. Intenta orar a Dios Padre en el nombre de Cristo para que te abra los ojos, para que te ayude a ser sensible a su Santo Espíritu, para que puedas obrar de acuerdo a Su Voluntad.

El apóstol Pablo hablando a los efesios, en el pasaje antes mencionado, les dice (parafraseando) que ruega a Dios para que les abra los ojos y sean capaces de ver el tremendo poder que ellos tienen dentro, no un poder humano sino divino, no para gastar en sus deleites sino para glorificar a Dios. El mismo poder que levantó a Jesús de los muertos es el que ahora está obrando en Su Iglesia para cumplir la misión (Efesios 1:15-23).

¿Quieres cumplir la misión que Dios te ha dado? ¿Quieres hacer la voluntad de Dios y agradarle? Entonces deja que Dios te llene con su Santo Espíritu, te guíe y te lleve donde Él quiera a hacer lo que Él quiera (Efesios 5:18).