Sí, lo sé, el título suena bastante llamativo, pero la verdad es que es un tema que he meditado bastante tiempo, y yo mismo he sido consciente de eso en mi vida, tristemente. Es una lucha que, si no estás constantemente recordándola, fácilmente puedes perder.
Algunos pecados son evidentes y bastante comunes (No por eso menos grave), mientras que hay otras situaciones que te llevan a un pecado escondido. Un pecado que no es visible para quien está a tu lado, para la congregación, y muchas veces tampoco tú eres capaz de verlo.
Algunas tentaciones y pecados evidentes
Para comenzar quisiera mencionar algunos de los pecados o luchas evidentes, para que puedas analizar si estás viviendo alguno de ellos.
- Es posible tener preciosas melodías y armonías, buena instrumentalización y maravillosas voces, pero con poca y nada Palabra de Dios en ellas.
- Es posible que el tiempo de alabanza se torne más un espectáculo de los músicos, que una alabanza al Señor. Un escenario versus el público, y no una adoración al unísono.
- Es posible que los músicos sean muy descuidados y no se preparen con excelencia, como para el Señor, y no para los hombres, al momento de ensayar las alabanzas.
- Es posible (aunque no lo creas!) que algunos de los músicos ni siquiera entiendan el evangelio, y por lo tanto no sean salvos.
- Es posible que el músico busque más su propia gloria y exaltación que la gloria de Dios y la alabanza a Su Nombre.
Gracias a Dios, el mismo hecho de que sean evidentes, hace posible que algunos hermanos de la congregación, o del mismo ministerio de alabanza, con mucho amor y buena voluntad, estén dispuestos a exhortarte bíblicamente, con mansedumbre, como nos enseña la Escritura. Y, claro está, depende de la humildad que tengas, puedas humillarte ante Dios para confesar tu pecado y arrepentirte, por medio del poder del Espíritu Santo.
Sin embargo, y a donde quiero llegar en éste artículo, hay tentaciones, luchas y pecados que no son tan evidentes, algo interno, pero que van en completa oposición a la labor fundamental del ministerio de alabanza.
¿Cuál es la labor del ministerio de alabanza?
Lo que no debemos olvidar jamás, como adoradores, es que la labor fundamental del ministerio de alabanza es guiar a la congregación a adorar a Dios. Nuestra misión es ser capaces de transmitir amor, gratitud, reverencia, adoración, exaltación hacia el Señor. Debemos ayudar que cada uno de los hermanos que se encuentra en la iglesia pueda exaltar sus atributos, su amor incondicional, su gracia inmerecida, su misericordia, la obra realizada por Cristo a nuestro favor, el obrar del Espíritu Santo en nosotros cada día, etc.
Si el ministerio de alabanza no está logrando llevar a la congregación a alabar y adorar a Dios, entonces no está cumpliendo su propósito, y solo estaría siguiendo con un programa o una rutina: El “bloque musical”.
Si, por el contrario, el ministerio está haciendo todo con excelencia para el Señor, y fundamentalmente humillados y reverentes ante Dios, entonces logrará cautivar a los hermanos y los guiará y animará a adorarle como Él se merece.
¿Cual es el pecado escondido del adorador?
Entonces, ¿Cuál es el pecado escondido del adorador?. El pecado es:
“Tocar música, tocar un instrumento, cantar, hacer todo lo necesario, PERO sin estar verdaderamente enfocado en adorar a Dios”.
Le he llamado el pecado escondido, puesto que es posible que nadie de la congregación lo vea o lo sepa, e incluso es posible que tú mismo no te des cuenta de ello. Me ha pasado muchas veces, y he luchado con ello.
Si la labor del ministerio es adorar y animar a otros a adorar, claramente nosotros debemos adorar también. Si por algún motivo dejamos de adorar nosotros, entorpecemos la labor del ministerio.
Quiero compartirte algunos motivos o maneras en que esto ocurre y que quizás no te has dado cuenta:
- Por rutina. Hacer cada domingo lo mismo puede llevarte a hacer las cosas de manera monótona, sin pensar mucho en lo que haces y puedes comenzar y terminar el momento de alabanza sin siquiera haber pensado en Dios.
- Por preocupación en hacerlo bien. Puede ocurrir que por estar demasiado concentrado en “tocar bien”, en no equivocarte y estar atento a las notas y armonías, que finalmente descuides la alabanza misma.
- Por estar desconcentrado. Puedes tener muchas preocupaciones en tu mente de las cuales no logras desconectarte, aún cuando estás tocando o cantando.
- Por no estar reconciliado con Dios. Puedes tener un pecado recurrente, del cual eres consciente y aún así no te hayas arrepentido y confesado ante Dios. Eso indudablemente impide que le alabes libremente, de corazón.
- Otra forma. Ahora piensa tú en algo que pueda estar pasando y por lo cual no alabes en el momento de la alabanza. De seguro puede haber algo que no te habías dado cuenta hasta ahora.
El GRAN problema de esto es que al tu mismo no estar adorando a Dios, difícilmente puedas estar guiando al resto a hacerlo.
Gracias a Dios esto tiene solución
Lo primero y más importante es NUNCA olvidar el evangelio. NUNCA olvidar que es Dios quien te salvó inmerecidamente, por amor, por gracia y por misericordia. Que nosotros éramos pecadores y seguimos siéndolo, y necesitamos del perdón de Dios cada día.
Cuando recuerdes eso, te humillaras, verás tu condición contrastada con la Santidad de Dios, y entonces no quedará más que estar agradecido, y entregado a Su Soberanía.
Mientras veas a Dios tal cual es, y te veas a ti mismo, tal cual eres, no te quedará más que querer ¡Adorarle y alabarle!
Segundo, ORA. No podemos ni debemos hacer nada por nuestras propias fuerzas. Por supuesto no se trata de dejarte llevar por la corriente y no hacer nada, pero debes descansar en Dios, en el Espíritu Santo que obra en ti.
Entrega tus cargas y preocupaciones antes de ensayar, antes de tocar el domingo, antes de servir. Ora durante el ensayo, durante las alabanzas del domingo, durante tu servicio.
Ora después de ensayar, después de tocar el domingo, después de servir. ¡Orad sin cesar!
Tercero, pasa tiempo en la Escritura. Pasa tiempo estudiando, meditando, creciendo en la Palabra. Mientras más conozcas la Palabra de Dios, más conocerás a Dios. Mientras más conozcas a Dios, más le amarás y le adorarás.
Cuarto, comparte tus luchas. No estás solo en la vida cristiana. Eso es justamente lo que nos diferencia del mundo. Somos todos miembros de un solo cuertpo y Cristo la cabeza. Debemos animarnos mutuamente, dolernos con el dolor del otro, gozarnos con el gozo del otro.
Si tienes luchas, si tienes temores, si tienes pecados, confiésalos, conversa con algún hermano, pide oración. ¡No estás solo! Y ciertamente, no debes estarlo.
Conclusión
Para concluir, te animo en lo siguiente:
No minimicemos la labor que tiene el ministerio de alabanza. Seamos responsables, diligentes, esforzados y hagamos todo con excelencia, usando los talentos y dones que Dios nos ha dado. Pero tampoco creamos que somos indispensables, seamos humildes.
Mientras tengamos en perspectiva nuestra condición pecadora, en contraste a la Santidad de Dios, podremos ser buenos adoradores.