Los cristianos hemos comenzado a poner etiquetas para definir rápidamente lo que creemos sobre ciertos temas o doctrinas de la Biblia. Eso es muy práctico para comentarlo con otra persona y saber rápidamente en qué cosas creemos lo mismo y en cuales no. Podemos tener edificantes conversaciones en torno a la Palabra de Dios, y en ocasiones llegar a una mejor convicción de lo que creemos.
Tristemente, no obstante, la mayoría de debates en estos tiempos no son de edificación, sino de pelea, de ataques y descalificaciones mutuas, donde no se busca glorificar a Dios, sino simplemente “ganar”.
Las etiquetas
Tenemos tantas etiquetas hoy en día, de hecho tampoco hay una única iglesia, porque no todos hemos entendido de igual manera las Escrituras. Solo por mencionar algunos de los tipos de iglesias y etiquetas, podríamos decir:
Iglesias bautistas, presbiterianas, anglicanas, calvinistas, reformadas, arminianas, continuistas, cesacionistas, premileniales, amileniales, postmileniales, dispensacionales, pretribulacionales, paido bautistas, credo bautistas, luteranas, y podría seguir por buen rato más mencionando etiquetas.
¿Qué acaso no hay una sola iglesia de Dios? O en otro sentido ¿Solo una de esas iglesias tiene la razón y todas las demás están equivocadas?
La respuesta es sí a la primera y no a la segunda. Dios si tiene un único pueblo y una sola iglesia, llamada también “iglesia universal”, pero al mismo tiempo cada una de las distintas iglesias puede tener cosas correctas y cosas equivocadas, porque lo queramos o no, la Biblia no es un texto como cualquier otra, completamente literal y explícita donde no quede lugar a dudas.
Hay pasajes que nos pueden hacer pensar algo, y otros que nos pueden hacer pensar otra cosa. Algunas iglesias se aferran más a unos pasajes y defienden su creencia con la Biblia, en cambio otras creen lo opuesto y también lo defienden con la Biblia.
Entonces, es importante saber lo que la Biblia dice de ciertos temas, y tener un nombre para ello es bastante práctico. Es muy importante, además, tener convicción y certeza por la misma Escritura y así poder defenderlo o enseñarlo a otros. Dios nos manda a estudiar toda la escritura y a enseñar toda la escritura.
Hechos 20:25-27
Y ahora, he aquí, yo sé que ninguno de todos vosotros, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro. Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.
2 Timoteo 3:16-17
Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.
Por lo tanto, no es malo estudiar toda la Escritura, estudiar cada doctrina y estar firme, con convicción, para dar defensa, para enseñar a otros y para ser capaz de discernir lo que no está de acuerdo con la Palabra de Dios.
El Problema
El problema que existe es que cuando discutimos respecto de las doctrinas, con otros cristianos, no solo terminamos peleando, o enojándonos (y por tanto caemos en pecado), sino que además comenzamos a tratarnos como enemigos, y aún tratando de herejes o no cristianos a quienes no piensen igual que nosotros.
Hemos olvidado 3 cosas importantes:
1. El ser cristiano o no cristiano depende exclusivamente del Evangelio, y no de doctrinas secundarias.
2. Si no ha habido consenso en ciertas doctrinas en la historia de la iglesia, también es posible que tu postura sea la equivocada y no la correcta.
3. No debemos separarnos por doctrinas secundarias, sino que debemos estar unidos en Cristo Jesús y el Evangelio.
El Señor Jesús nos muestra con mucha claridad que él desea que estemos unidos, y que el ser unidos será de testimonio al mundo perdido. Esto lo vemos en una íntima oración al Padre.
Leamos en Juan 17:20-26
20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. 24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. 25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. 26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.
Podría acaso ser más explícito y enfático el pasaje en decir que Cristo, quien no salvó y edifica la iglesia, anhela que seamos uno, unidos como él con el Padre, para que el mundo vea nuestro amor.
Debemos amarnos
Hemos olvidado que el amor es lo más importante, Cristo nos salvó por amor, y ha mostrado que se puede consolidar toda la ley en solo 2 mandamientos. Amar a Dios sobre todas las cosas y Amar al prójimo como a uno mismo.
Si realmente amamos a Dios, y amamos su Palabra, y queremos su gloria, deberíamos también amarnos unos a otros. Como hermanos, como pueblo de Dios, y al mismo tiempo también con el propósito de que el mundo (los no cristianos) vean el amor de Dios entre nosotros y se acerquen a Jesús como salvador.
Aún cuando tu postura sea una distinta a otro hermano, de otra congregación, debes amarlo. Aún incluso si no fuera cristiano y fuera un completo enemigo del evangelio, debes amarlo. ¿Acaso no se nos manda a amar a nuestros enemigos? ¿No se nos manda a poner la otra mejilla?
Nos olvidamos que solo hay 2 tipos de personas, los que fueron salvados por Cristo, por gracia y no por obras, y los que necesitan a Cristo en sus vidas, y debemos llegar a ellos con el amor demostrado en unidad, con vidas cambiadas por Cristo, mediante el Espíritu Santo.
El requisito para ser salvo no es ser continuista o cesacionista, el requisito para ser salvo no es entender o no las doctrinas de la gracia, el requisito para ser salvo no es bautizar o no a niños, creer en un rapto antes de la tribulación o en un milenio presente. El único requisito es creer con fe en el hijo de Dios, (Juan 1:12), que es un regalo no merecido, no por obras (Efesios 2:8-9).
Reflexionemos en esto, yo tengo mi posición en temas doctrinales, y cuando es necesario las comparto y defiendo, pero nunca debemos olvidar que si Cristo murió por mi hermano, y él cree con fe, ¿Quién soy yo para tratarlo de hereje?. Y si la persona aún no ha creído el evangelio, y yo lo he creído solo por la gracia de Dios ¿quién soy yo para ofenderlo, burlarme o tratarlo mal?
Seamos sal y luz en el mundo, seamos el templo del Espíritu, y vivamos con su fruto evidenciando una vida completamente cambiada por el evangelio, que transforma vidas.