Entre los cristianos de sana doctrina hay un gran celo por la verdad y apego a la Biblia, lo cual por supuesto es absolutamente necesario. La Palabra de Dios es la única autoridad que tenemos, y donde podemos encontrar la verdad, evitando falsas doctrinas y excesos no bíblicos. No obstante, en su intento de evitar dichos extremos y excesos han minimizado la obra y necesitad que tenemos del Espíritu Santo.

No estoy hablando del eterno debate sobre continuidad de los dones milagrosos. Tengo mi postura al respecto pero ahora quiero que nos enfoquemos en la vida práctica del verdadero cristiano.

Dependemos del Espíritu Santo para ser Salvos

Todo cristiano verdadero sabe que no podríamos creer en Cristo, si Dios Padre no nos hubiese llamado y, por medio del Espíritu Santo nos abre los ojos del entendimiento, para ver a Cristo e ir a sus pies, en arrepentimiento y alabanza.

Es el Espíritu Santo quien nos convence de pecado, y quien obra en el creyente al momento de evangelizar. Por lo tanto cuando alguien nos compartió el evangelio fue el Espíritu Santo quién nos permitió ver la verdad de nuestra condición de pecadores y culpables ante Dios y de la necesidad que tenemos de un redentor.

Jesús, hablando con Nicodemo, dice que así como no sabemos de dónde viene el viento, ni dónde va, así se mueve el Espíritu de Dios… y sin ese Espíritu no podemos nacer de nuevo. Es el soplo de vida eterna que tenemos en Cristo, para gloria de Dios.

Juan 3:4-8 
4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. 8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

Por lo tanto, así como el Espíritu Santo estuvo involucrado en toda la creación y en dar vida a la creación, también está directamente involucrado en nuestra nueva vida, la vida eterna.

Dependemos del Espíritu Santo para crecer espiritualmente

Además de depender del Espíritu Santo para tener nueva vida (y por supuesto de la obra de Cristo a nuestro favor), nuestra salud y crecimiento espiritual depende directamente de nuestra relación con Dios, por medio del Espíritu Santo.

La Biblia nos llama a ser llenos del Espíritu, y nos dice que si somos cristianos verdaderos, y permanecemos en la Vid, vamos a dar fruto… ¿Qué fruto? El fruto del Espíritu. No es nuestro, es consecuencia de nuestra relación con Dios.

Gálatas 5:22-23
Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.

Efesios 5:17-20

17 Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. 18 No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, 19 hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; 20 dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.

Cuando creemos en Cristo como salvador, por gracia, por medio de la fe, entonces recibimos el Espíritu Santo, quien ahora mora dentro de nosotros y nos ayuda a vivir una vida agradable a Dios y para su gloria.

El Apóstol Pablo nos recuerda que somos “templo del Espíritu” y que como tal debemos glorificar a Dios también con nuestros cuerpos.

1 Corintios 6:19-20

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? 20 Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

El Espíritu Santo nos da poder

Antes de que Cristo resucitara y ascendiera al Padre, la obra del Espíritu Santo en el cristiano nunca fue como lo es después de ello. En ese momento se cumplieron muchas profecías del Antiguo Testamento, y se cumplió la promesa del Padre sobre su iglesia, se cumplió lo que Cristo dijo en Juan 14, uno de los pasajes más claros al respecto. 

Era necesario que Cristo se fuera, sino no hubiera venido el Espíritu Santo, nuestro consolador, quien está con nosotros siempre.

Juan 14:15-17

15 Si me amáis, guardad mis mandamientos. 16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.

Lo importante es que cuando Jesús le dio la gran comisión a sus discípulos, y también a nosotros por medio de ellos, les dijo explícitamente que esperaran, que no hicieran nada hasta que recibieran el Espíritu Santo, quien les daría poder. Eso se cumplió en pentecostés, en Hechos 2, y ya sabemos cómo se expandió el evangelio gracias a la obra de la primera iglesia, empoderada por el Espíritu Santo.

Lucas 24:49

He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.

Hechos 1:4-9

4 Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. 5 Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. 6 Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? 7 Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; 8 pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. 9 Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos.

El objetivo de la obra redentora de Cristo

Con lo escrito en este artículo, espero haber sido suficientemente claro y explícito, junto a los pasajes, como para que no queden dudas de la importancia que tiene el Espíritu Santo en nuestra vida como cristianos.

Pero no quisiera quedar ahí, sino ir un poquito más allá y hacerte reflexionar.

Ponemos mucho énfasis en la obra redentora de Cristo,  y por supuesto que la debe tener, ya que de otro modo estaríamos perdidos para siempre, muertos en nuestros delitos y pecados. Pero la obra de Cristo no es “solo” para agradecerla y honrar a Cristo, sino que esa obra nos reconcilió con Dios.

La obra de Cristo es la manera en que el Padre nos rescató para que ahora volvamos a tener una comunión con él. Jesús rasgó el velo del lugar santísimo, para que ahora tengamos libre acceso al Padre, en cualquier momento, por medio del Espíritu Santo.

En otras palabras, la obra de Cristo es fundamental, es necesaria, y debemos alabar y adorar a Cristo por siempre por su gracia y misericordia con nosotros, pero esa obra tiene un propósito, y es que ahora tengamos una relación personal con Dios. Si no cultivamos esa relación diariamente entonces pierde total propósito.

De poco sirve estudiar doctrina todos los días, si no nos está llevando a una relación con Dios, a orar y escuchar su voluntad para nuestra vida. En servirle en su reino y para su justicia. En amar al prójimo y alcanzar a los perdidos, por amor a Dios y a las personas.

De poco sirve entender el evangelio y “decir creerlo” si no tenemos vida nueva y por lo tanto al Espíritu Santo dentro nuestro, para siempre. Al mismo tiempo que hacemos un daño tremendo a nuestra vida y a la obra de Dios si contristamos al Espíritu que mora en nosotros.

Oremos a diario en el Espíritu, leamos la palabra de Dios a diario, y entendamos que ahora, por la obra de Cristo, podemos tener una relación directa con Dios, porque fuimos perdonados, y podemos gozarnos en ello y glorificar a Dios por ello, diariamente.